jueves, 7 de julio de 2011

Escándalo en la estación Medrano

A las 19 hs aproximadamente estuve en la estación Medrano de la línea B. Y el subte estaba parado. Veo que un par de personas bajan al andén y observan qué pasa adelante, en el primer vagón. De los comentarios entre la gente voy escuchando que "hay humo". Me bajo del subte y camino hacia allí. No lo vi, pero sí pude sentir un olor fuerte parecido a "algo quemado".

El conductor dijo que tenía que pasar el matafuegos y un policía nos pedía de mala manera que circulemos hacia atrás, o sea, en dirección hacia el segundo vagón, a quienes estábamos un poco más adelante del primero, observando el frente del subte. No pude ver nada quemado.

Una voz en el altoparlante dijo 4 o 5 veces que prestáramos atención los pasajeros, pero no dijo el por qué. Y comenzó la típica escena porteña en los subtes cuando no andan. Primero un conjunto de expresiones que abarcan: bufido, rezongo, puteada por lo bajo, malhumor, fastidio, furia, agresión verbal (física hasta ahora nunca vi) y muchas más.

En este tipo de situaciones hay varios personajes: está la multitud que se calla (lo cual no significa que no putee por lo bajo) toma el cartón que te da la empresa como devolución para compensar el gasto por un servicio interrumpido, de manera furiosa y se va; la que insulta; la que solo tira frases del estilo "no puede ser", "ponganse a trabajar", "manga de vagos", entre otras; y están los que van directamente a los que creen que son los responsables y adoptan actitudes como discutir verbalmente (la mayoría de las veces con agresión), pedir libro de quejas o nombres de los que contestan mal.

En el caso de hoy una señora gritó "Informen" y avanzó hacia la boletería y se la agarró con los que estaban repartiendo. A todo esto la estación era un caos: todas las personas que estábamos en el vagón llenamos el espacio donde están los molinetes, buscando respuestas. Y comenzó el insulto, el griterío entre esta señora y la persona que estaba en el medio en la boletería. Las palabras parecían granadas, solo los separaba el vidrio de la boletería, pero se escuchaban perfectamente entre ellos. Se dijeron mucho de lo que resulta desagradable para el oído.

Un señor gritó repetidamente "atorrante" dirigiendo la mirada hacia los boleteros.

Otra señora pidió el libro de quejas y llamó a la empresa para decirle que no se lo querían dar en la estación. Inclusive averiguar el nombre de los boleteros le resultó en vano ya que estos se negaron.

Finalmente retiraron el vagón de la estación y enseguida otro pasó y todo volvió a la normalidad.



martes, 19 de abril de 2011

Conciencia al manejar

Hoy caminaba sobre la Avenida Corrientes y mientras estaba por cruzar escucho a un motociclista insultar a un taxi en la intersección con la Avenida Pueyrredón. Me quedo observando los pocos segundos que dura la escena, cuyo desenlace es que el motociclista sigue por la avenida que nunca duerme. Doy dos pasos, levanto la vista hacia el lugar exacto donde ocurrió el incidente verbal y observo otro taxi que dobla bruscamente y obliga a frenar a otra moto que venía detrás. Se repite la escena, pero con diferentes actores. La temática es la misma. La frenada brusca y el peligro.

Dos escenas casi iguales a pocos segundos una de la otra. Un día como hoy (19 de abril de 2011) a una hora cualquiera (cerca de las 17 hs.). Como estas historias deben pasar miles a cualquier hora y día. Por suerte no hubo accidente. Pero la enseñanza es la reflexión que hay que tomar de ese suceso.

Manejar. Dar exámen. Estudiarse los movimientos, dominar el volante, aprenderse los carteles, adquirir el lenguaje del auto. Sencillo para los amantes. Pasar momentos de tensión detrás del volante. Echar la culpa al que se cruzó: insultarlo por estar al borde de provocar un accidente. Peatón que cruza apurado ni bien cambia el semáforo a verde y fastidia a los conductores. Aprender del error de otro. Estar atento a eso.

El tiempo es el verdugo del conductor. La presión de las obligaciones cotidianas como cumplir con horarios laborales muchas veces altera la concentración en el manejo y juega en contra de los conductores. Y así sale el ejemplo a la calle. Muchas veces al cruzar mal y ver que se viene el auto suponemos que bajará la velocidad. No lo hace. Tenemos que correr como si este estuviera jugando a pisarnos.

Por eso muchas veces los conductores se creen los reyes de la calle. Y así suceden este tipo de situaciones. El exámen psicológico es algo muy simple, cuando en realidad tendría que ser más complejo. Una mentira puede ser letal. No detectar las actitudes peligrosas que puede tomar un conductor es darle una licencia para matar. El exceso de velocidad debería ser considerado casi como tener un arma de fuego: es muy peligroso, se necesita una reacción muy rápida ante un imprevisto y en este caso el más mínimo nervio puede endurecer las manos sobre el volante quitando esa capacidad.

Establecer conciencia al manejar es difícil. Porque hay que contrarrestar la soberbia que implica detrás del volante. Por eso muchas veces las leyes que regulan este tipo de actividad deben tomar una postura represiva. Porque la soberbia es difícil de vencer, también a veces imposible. Por eso hay que acudir a quitar el registro por un tiempo. Jugar con el miedo del conductor a no poder subirse a un auto. Si la ley no se cumple hay que imponerla.

El conductor tiene que entender que el auto es un arma si no se usa bien. Puede matar muy fácil


viernes, 11 de marzo de 2011

Espectáculo bizarro en el subte

Detengo un momento a Dream Theater que sonaba en mis oídos. Observo que 3 personas se suben al subte de línea A, dos mujeres y un hombre, adolescentes. Se colocan al lado mío y Mery, la que hacía de vocalista, anuncia que van a hacer un show musical. El ruido excesivo del subte me concedía un lugar privilegiado ya que, debido a mi cercanía, podría llegar a ser uno de los pocos que escuchó con claridad.

Mi memoria, que en algunos casos me sorprende, esta vez me jugo un papel de traicionera: solo me acordé del nombre de la cantante, de los otros dos solo me acuerdo que la otra mujer llevaba una remera roja con un animal en negro que parecía una rana, tenía el pelo violeta y tocaba el ukelele y el hombre tocaba un pianito pequeño de color verde claro con correa blanca, la que le permitía hacer además de instrumento de viento, conocido con el nombre de melódica. Tampoco recuerdo cuál fue la primer canción, solo que era conocida. Pero lo mejor fue después, cuando siguieron "La danza de los Mirlos" de Damas Gratis y "Nunca me faltes" de Antonio Ríos.

Deje un poco de dinero cuando pasaron la gorra. Pero me dio gracia lo extraño del show. Las canciones me resultaron totalmente sorprendentes. Caminé por la calle y, aún riéndome, sostuve que ese espectáculo merecía este posteo

martes, 28 de diciembre de 2010

El problema del desabastecimiento de nafta en Argentina

Ayer 27 de diciembre iba en el auto a cargar nafta. Me encuentro con la primera estación de servicio que me esquivó con un simple "no hay nada" como un torero hábil esquiva al más veloz y hambriento animal que con su cornada busca el rojo más colorido.

La segunda tuvo casi el mismo discurso. Palabras más o quizás frases alargadoras. Pero la misma idea y sentido. Ausencia de combustible.
El radio comenzaba a tornarse largo y agotador. La impaciencia se tornaba en ansiedad y desesperación.

A las tercera y cuarta estaciones de servicio directamente el paisaje hablaba: ante tanta necesidad de buscar combustible era raro que parecieran abandonadas, donde a lo sumo había uno o dos coches. Ni me acerqué.

Parecía una lucha por la supervivencia, en la que se mostraba las peores facetas del ser humano por intentar salvarse, sin pensar en los demás: el lugar cercano para conseguir nafta, como los puestos en la fila) se vendía caro, al precio de soportar temperatura alta y un tiempo indeterminado, el cual no era menor a 20 minutos. Nadie estaba dispuesto a cederlo. Si había que cargar, que fuera todo lo que pueda, si el otro se quedaba sin nada, ¿Qué importaba?.

Hasta que divisé una en la esquina, pero una cuadra antes: desde ahí empezaba la cola. A esperar se ha dicho!. Autos quietos. Avanzaban en cuestión de minutos. De la ansiedad, cada segundo parecía no pasar más. Cuando solo 4 ó 5 autos me separaban de poder cargar vi que el coche que estaba adelante mío se marchaba por la avenida. Induje que no había más. El playero haciendo señas me lo confirmó.

Resultado, me tuve que tomar un remis hasta la zona oeste: $ 180 salió. Un precio elevado como consecuencia del desabastecimiento de nafta.

Frente a este panorama a uno se le ocurren frases del tono "¡Qué país!", "No dejan nada", "Cuando empiecen las vacaciones va a ser un quilombo!", "La gente saca todo para estar tranquilo", "hay que llenar el tanque", "tienen que poner un máximo de 10 litros por carga para que alcance para todos".

Las formas de comunicar el desabastecimiento: los playeros diciendo "no hay nada"; cárteles en los surtidores con el "no hay nada" escritos en birome en una hoja común y corriente, oficio, rayada, como improvisados, para salir del paso; algunas estaciones de servicio adornaban los surtidores con bolsas de supermercado, que se movían al compás del poco viento que había.

En la zona oeste, me dijo el remisero que el límite para cargar era de 10 litros. Mientras lo escuchaba pensaba si iba a poder terminar el recorrido, aunque su trabajo requiera tener el coche con la suficiente cantidad de nafta.

Me imaginé los millones de destinos turísticos a los que la gente soñaba ir y las miles de estaciones recorridas para cargar nafta y estar tranquilo en la ruta, en un contexto como este. Todas aquellas personas que pueden cargar de antemano y en una cantidad suficiente como para abastecer un buen rato. Los barrios, las historias.

La próxima vez buscaré el horario más temprano posible, cuando en la calle no habite más que el despertar de la mañana. ¿Habrá a esa hora nafta?. No sé, la incertidumbre ganó las calles de Buenos Aires.



martes, 22 de junio de 2010

Viajar en subte un día normal en la hora pico

Hay dos momentos en los que el subte es una batalla. Uno es la franja horaria que va de las 7 a las 11 y el otro es de 16 a 18. Entiendase que ambos se deben a la entrada al trabajo y el regreso al hogar respectivamente.

El caso que voy a narrar es el de la línea A, la cual sus últimas estaciones desembocan en calles del microcentro (Lima, Piedras, Perú y la Plaza de Mayo). Es es el motivo principal por el cual mucha gente se toma este subte. La estacion donde se produce el llenado del subte es la estación Plaza Miserere. En Lima se baja la mitad de los pasajeros, pues es el lugar de combinación con la línea C, la cual también posee sus calles en zonas del microcentro (San martín, Lavalle, Diagonal Norte).

Antes de subir al vagón guardo cuidadosamente los objetos importantes (celular, billetera, mp4 y llaves) en un bolsillo de difícil acceso. Sé que así como en el tren viajan personas que trabajan, también usan este medio de transporte quienes se dedican a robar. Subo al subte. A la mañana está cada uno de los vagones casi todo lleno, lo cual incomoda, ya que hay poco espacio para moverse.

Conseguir agua en un desierto podría resultar más fácil que un asiento a esa hora. Un ejemplo de esto es ir a la estación terminal (en este caso Carabobo) y esperar a que el subte se vacíe. En los andenes la gente llega de a grupos: en solo cuestión de segundos la cantidad varía de 10 o 20 personas a poco más de 100. Mientras el subte está por detenerse la ansiedad reina y la gente empieza a moverse hacia las puertas. Se abren. Comienza a correr el reloj y la desesperación por sentarse. Se van desnudando todas las diferentes expresiones del egoísmo: empujones, correr más rápido, dar pasos más hábiles. Parece un juego en el cual la consigna sería "el que se queda sin sentarse pierde. No creo que los asientos libres lleguen al minuto sin ser ocupados.

Comienza el viaje y la atmósfera se torna densa y pesada. Resulta difícil hacer un movimiento estando todos apretados. Para agarrar mi mp4 no puedo evitar perdjudicar a quienes tengo a mi alrededor. Cada segundos voy tocando mi bolsillo para constatar que no me hayan robado nada. Entonces tomo la decisión de dejar la mano cruzada y parezco los jugadores de futbol cuando cantan el himno de su país.

Estoy intranquilo, como así deben estar los demás. Cada cambio de estación es un lío. Una persona quiere bajar y empieza a pedir permiso, tratando de esquivar a las personas como si fueran obstáculos que tiene en el camino. Eso implica que hay que cederle el paso. Y cuesta. Suben las personas y aunque no son muchas cada vez queda menos espacio.

El vagón entero se prepara para Plaza Miserere. Las puertas se abren y comienza la debacle. Los que quieran bajar tendrán que hacer como un simulacro de batalla de la Edad Media, en la que los ejércitos enemigos iban al choque. Hay que llegar rápido afuera, porque la gente entra y atropella y no se va a correr porque cada uno busca su lugar.

Subir al tren pareciera la salvación. Como si fuera una cuestión de vida o muerte. Siempre hay uno que, como no puede entrar porque el vagón está lleno, se agarra del techo y con su cuerpo hace de palanca empujando hacia adentro. A veces entra y otras veces es expulsado afuera como si hubiese una barrera protectora.

En la estación Lima el subte se descongestiona. El espacio empieza a liberarse y una sensación de alivio empieza a acompañar al cuerpo en la sensación de poder moverse, tener espacio para acomodarse.

El gentío circula por los pasillos para hacer las combinaciones, así como también se produce un embotellamiento en la escalera mecánica.

miércoles, 16 de junio de 2010

Batucada en el medio de los productos: La protesta de los trabajadores de Disco

Hoy fui a hacer un trámite cerca de la zona del Congreso. Caminaba por la avenida Entre Ríos hasta que al llegar a la altura de 361 vi mucha gente que se asomaba a las puertas corredizas de vidrio y hablaba. Me acerco y escucho el sonido (el cual era bajo por las puertas cerradas, pero el ritmo era con fuerza) de una percusión.

Observé la escena: un grupo de no más de 10 empleados estaban sentados tocando tambores y redoblantes. Hablaban entre ellos como si estuviesen dando un show y coordinasen el ritmo. Los changuitos obstruían el paso de la gente, colocados en fila todos juntos detrás de los detectores de metales.

Cada tanto venía un empleado de seguridad cuya manera de hablar eran palabras cortas, sin tratar de justificar lo injustificable. Informaba que las actividades de la empresa paraban. La gente se juntaba. Todos se preguntaban por un supermercado cerca.

Más de uno preguntaba a qué hora iba a terminar esta protesta. Pero con lo único que se encontraba era la ausencia de respuestas. Alguno quería saber qué pasaba. Una señora dijo que era por una aumento salarial, en donde los trabajadores sostenían que con 2000 pesos no podían vivir.

Escuché una especie de sugerencia, en la cual una muejr planteó por qué no avisan qué a tal hora va a haber paro. Recordé el paro del subte y busqué una explicación para darle. Le dije: "si avisan antes nadie irá al supermercado, porque ya se sabe que no va a haber actividad. En cambio, si no avisan, tienen a la gente protestando en las puertas, lo cual significaría repercusión y poder unir las voces de la gente que está afuera, la cual se ve en la necesidad de concurrir al supermercado por motivos de existencia vital como la alimentación, saneamiento, salud, higiene".

Los reclamos de la protesta son: aumento del 35% del sueldo (que el básico llegue a 3000), la renuncia de Armando Cavalieri (Secretario General del Sindicato de Empleados de Comercio). La razón principal es la negativa de los empresarios de firmar la suba salarial solicitada mediante paritarias por el Sindicato de Empleados de Comercio.

sábado, 5 de junio de 2010

Los Odio en el Festival Ciudad Emergente (Entrevistas a Paco Huidobro -voz- y Tito Fuentes)

Paco Huidobro

Se paseaba rodeado de la gente por el pasillo que daba hacia la Avenida Pueyrredón. Con una sonrisa en la cara y prestado a hablar con el público. Recibía halagos y los intercambiaba por humildad diciendo que quizás se había equivocado en una escala o en una nota. Con un traje bordo, zapatos blancos y camisa negra con corbata blanca se encontraba a la expectativa de cualquiera de los presentes allí, disupuesto a conversar, intercambiar opiniones. Se sentía nervioso. Pero el contacto con el público lo calmaba.


-¿Qué fue tocar en le Argentina?

-Es un país difícil en este oficio. Es un país con una tradición monstruosa de músicos, de cultura. Es un verdadero reto, no se tragan cualquier cosa. Me habían contado historias de que el público te daba la espalda y ha resultado lo más amable y cálido conmigo y el grupo. Me siento muy contento y es el mejor viaje que he tenido.

-La banda ¿como nació?, ¿cómo se juntaron?...

-Lo conozco de años de tocar. A Quique, por ejemplo, yo fui a los primeros shows de Café Tacuba, el fue a los primeros shows míos, compartimos el escenario muchas veces con Café Tacuba. A Tito lo conocí cuando yo vivía en lo de mis padres con mi hermano en mi cuarto agarrando la guitarra. A Tomás y a Jay los conozco desde niños que tenían un grupo llamado Los microchips. Son amigos de toda la vida y el tiempo los hizo músicos mosntruosos y eso es una suerte que no tiene precio.

-Ustedes le meten mucho carisma a la hora de componer letras y en el escenario...

Es que es lo más importante. Este grupo exige ponernos un límite. No nos permitimos meter secuencias ni computadoras. Por eso la música es muy cruda. Es solamente un cable y un pedal de distorsión a veces. Y el diálogo tiene que ser lo que hace el intrumento con tu cerebro y con tu sentido del humor. Es lo que hace divertido a un grupo. Todo lo que decimos en las letras es lo que hablamos cuando estamos comiendo, en el lobby, tomando un café, la manera de ser todos los días.

-No aparentar sino mostrar lo que verdaderamente sos...

-Lo que uno tiene que demostrar en el escenario para tener empatía con alguien es ser una persona más. Puede haber músicos que piensan que estén sobre las demás personas. Lo único que tienen de distinto es que hacen músico, quizás las otras personas son mejores en la física, química, liteartura... Entonces hay que el mismo respeto por cada ser humano.

-¿Y te divertiste esta noche?

-Sí, estaba nervioso. Uno no sabe lo que va a pasar.

-¿Es el peso de otra tierra o de Argentina en particular?

-Argentina tiene un peso especial, porque los grandes monstruos de la música en español están acá.

-¿Cómo es la relación que se vivió con el otro yo? Ese abrazo tan festivo...

-Hace mucho tiempo un productor argentino Oscar Lopez me invitó a su casa y me sacó un montón de recortes de prensa de El otro yo y me dijo "tu tienes que hacer esto", tu tienes que trabajar con este grupo". Pasaron 10 años, vine a Buenos Aires con Molotov, los conocí en un programa de televisión, me dieron sus discos, nos hicimos amigos, vinieron a México, los llevé a pasear, escuchamos algunos singles. Y he tenido el honor como productor de hacerles su último disco. Son grandes amigos, como músicos y como personas.


Tito Fuentes.

Con el mismo traje que vestía Paco Huidobro. Hablando, opinando. En un rincón. Con un look de barba crecida. Con la simpatía que lo caracteriza, prestado a hablar en todo momento. Le dije, ¿se puede producir el milagro? ¿Podrá haber una púa de Tito Fuentes?" y él metió la mano en bolsillo derecho y la sacó y me la dio.


¿Qué tal estuvo volver a la Argentina?

-Me encanta venir a la Argentina. Me fascina.

-¿Cómo te trató el público argentino?

-Muy bien. Muy difícil llegar a un momento donde no hay expectativa o la expectativa es diferente a la que hay con tu grupo normal. El público argentino es hermoso.

-¿Es díficil ganarse al público argentino?

-Sí, pero por otra parte... ¿tu sabes lo que estás haciendo?. No es que porque hagas 3 acordes suenes más sencillo es que ya llegaste a eso ya pasaste por producciones más gigantes, por pedales, por amplificadores... Y estás volviendo a disfrutar de un buen guitarrazo, de un buen ampli. Es como sintetizar tu carrera y tu gusto musical. La gente acá también capta eso.

-¿Es el público argentino un público festivo?

-Es un público super festivo. Es un público que sabe la diferencia entre un bajo y una guitarra. Y cuando está contigo es la energía más cabrona del mundo.

-¿Sentís que lo que hacés es parte de lo que sos naturalmente?

-Totalmente. Estás ahí, con tus amigos, haciendo algo que suena bien. Empiezas a preocuparte por ver que nota sigue en qué estoy, yo supongo que cuando sabés como va tienes que escuchar el momento que estás generando lo que está pasando. Está todo bien, estás entre amigos y la gente está haciendo la mejor.